De solcito en la cara, nada
¿Ustedes sabían que podemos medir cuándo se viene una tormenta si le prestamos atención al tiempo en el que un relámpago y un trueno suceden? Siempre atrás del relámpago viene el trueno, porque la luz viaja más rápido que el sonido, entonces lo vemos antes.
Esa diferencia de segundos se puede medir con una fórmula (Distancia= Nº de segundos/3) y eso nos va a indicar en cuánto se larga. Por ejemplo, si entre el relámpago y el trueno hay un espacio de tiempo de doce segundos, la tormenta estaría a 4 kilómetros. Y así.
Las tormentas me gustan, me gusta su olorcito, su humedad repentina, la bruma espesa que no perdona. Las tormentas, así tan cargadas como son, nos dan cierto permiso para la nostalgia y a eso algo de fascinación le encuentro. Un mirar por la ventana con tonito Cortazar, una sugerencia a la contemplación.
Siempre pienso que es mucho más fácil estar triste un día nublado. Cuando hay sol, como hoy, pensar en angustias genera algo de incomodidad. Así que tomo esa verdad como punto de partida y te cuento que esto que estás por leer ahora contrasta en su totalidad con el solcito en la cara.
Estoy leyendo “La llamada” de Leila Guerriero y, apenas lo empecé, me topé con un dato que me atravesó y lo quiero compartir. El dato es de esos que venís leyendo y te frenás porque te estruja pero seguís porque todavía faltan mil otros datos más. En mi caso, yo seguí, pero después volví para tratar de entender mejor.
La protagonista (secuestrada, violada y torturada en la última dictadura militar) cuenta que hay una canción que ya no puede escuchar más: “Adelita” pero la versión de Nat King Cole. Ese tema, rimbombante y fresco, era el que ponían de fondo los militares durante las torturas, así no se escuchaban los gritos.
En el momento en que leí eso, por supuesto, puse la canción. Aunque ya la conocía, no me la acordaba bien y al ponerla comprobé lo que me había parecido espeluznante al principio: la canción es hermosa. La versión de Nat King Cole no tanto, está bastante forzada porque a él no le sale bien el acento, pero el tema en sí es hasta tierno.
La historia de ese tema, de hecho, podría ser un apartado del libro. La canción es de la Revolución Mexicana y originalmente estaba escrita como un corrido que homenajea a las soldaderas o mujeres que lucharon junto a los revolucionarios. En México, ese tema es un símbolo de valentía y resistencia popular.
Fijate bien lo siniestro que tenés que ser para usar un himno así y transformarlo en el momento más terrorífico imaginado.
Sabemos que, desde siempre, la humanidad utilizó a las mujeres como botin y a nuestros cuerpos como descarga de sus propias frustraciones, pero en Argentina, recién en el año 2010 los abusos sexuales fueron considerados delitos específicos de lesa humanidad. Casi cuatro décadas después y con la cuarta ola feminista mediante, la justicia pudo desnaturalizar ese delito en ese contexto siniestro y separarlo del resto.
La imagen de alguno de estos crímenes con “Adelita” de fondo podría ser, tranquilamente, una secuencia de alguna película de Stephen King. Pero como ya sabemos, la realidad hace años luz que superó a la ficción. Ahora solo nos queda calcular cuánto falta para la próxima tormenta.
Por ahora y por acá, al parecer, el trueno todavía no sonó.
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