Cuando Rebeca está muy caliente porque no la dejan casarse, y sin casarse no puede tener relaciones sexuales, tiembla la casa. Cuando se toca, también. Cuando José Arcadio Buendía se vuelve loco, empieza a hablar sólo en latín y, cuando se muere, llueven flores amarillas durante toda la noche en Macondo. Si se mambea, Rebeca come tierra y en Macondo, una vez, como nadie pudo dormir durante días, los habitantes perdieron la memoria y tuvieron que etiquetar todos los objetos del pueblo con su nombre y función. Si alguien veía Alejo y Valentina, entenderá el meme.
Estos highlights mágicos son de Cien años de soledad, de la novela, pero también de la serie que salió y está fresquita. Cuando la vi, la atravesé, desde el vamos, conmovida: mi usuario es YoFermina por Fermina Daza, personaje de otro libro de Gabriel García Márquez (al que le hicieron una película horrible hace años y me rompieron el corazón para siempre).
Después de verla completa de un tirón, me subí al auto de una amiga y le quemé la gorra porque, además de ser bastante fiel al libro, esta serie me trajo un suspiro de cómo pensaba, sentía e imaginaba cuando era más chica. Hace ya rato que el contexto me impide fantasear demasiado, aunque para ser franca, esta falta no la creo exclusivamente propia ni la adjudico al hoy, sino a un ayer en el que andá a saber qué se rompió.
Me di cuenta de esta ausencia cuando sentí, de forma sorpresiva, cómo me interpelaba ese pueblo conocido pero olvidado en el que cualquier cosa podía suceder. Ya me había pasado cuando lo leí hace años, así que fue como una especie de déjà vu, pero en un cuerpo y un alma más cascoteados.
A García Márquez le adjudico mi forma rara de querer: una ética del amor inquebrantable, un lugar calmo lleno de luciérnagas y mariposas negras que guardo para quien me hizo (y me hará) feliz. Una mirada algo idiota del cariño, exagerada, infantil y dramática.
Él, con sus relatos locos, activó hace muchos años un atravesar espeso y volátil (las dos cosas al mismo tiempo, porque si no hay contradicción no me interesa) y el deseo inclaudicable de un amor mágico que todo lo dé, todo lo cure y todo lo consiga.
Por eso, García Márquez, te maldigo un poco.
Ahora, con esta serie que me tocó las fibras, vuelvo a pensar en el lado hechizado de las cosas (qué bien) y en esos amores corrosivos que durante años busqué sin querer (qué mal). Un poquito de esa pulsión al desastre que llevo adentro y a la que tiendo cada vez que me enamoro.
Igual, si bien en general los amantes se reconocen al instante y se absorben como esponjas, en estas novelas también hay (y sobre todo hay) sangre, traición y lágrimas. Y eso me parece bastante justo: si vamos a divagar, al menos que sea con las puntitas de los pies apoyadas en la tierra, como para no salir volando.
Que tengan un hermoso domingo.
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@yofermina, como García Márquez, cada día escribe mejor.
Hermosura esto 🤍 gracias