Hace ya meses que quienes repetimos lo mismo, convencidas de que el mundo puede ser un lugar más habitable, nos damos la cabeza contra la pared una y otra vez. ¿Cómo puede ser que los argumentos berretas de las elecciones individuales estén de nuevo en la escena disfrazados de “mi opinión”? En qué momento saltamos de escuchar, leer y consumir a personas que se prepararon e investigaron sobre temas a enaltecer a cualquier salame efusivo que se hartó de no poder mirarle el culo a las chicas en la calle. ¿Cuándo nos pareció una buena idea bajar la voz y no decir, por hartazgo, cansancio o frustración, que las cosas así no van y que la humanidad es un boludo pegándose un tiro en el pie?
La otra vez me llamó una amiga muy preocupada por el triunfo de Trump y por esa reivindicación tan varonil que se refleja en estos tiempos que corren. No entendía por qué después de todo lo socialmente charlado estábamos de nuevo en los mismos lugares. De hecho, no, me corrijo: en peores lugares.
La charla derivó en cuestiones más específicas como comentarios en Twitter y pelea de egos en donde fervientes feministas arrepentidas tiran la toalla y chupan algún que otro pito sobrestimulado para ver en dónde pueden acomodarse ahora. La frustración que sentimos quienes pensamos que era el feminismo el lugar en donde íbamos a habitarnos toda la vida con esa tranquilidad que te da el tener razón se rompió en pedazos y en esa conversación telefónica, el agobio por la no representación se hizo evidente.
Me llama la atención cómo, siendo una de las fuerzas políticas más grandes a nivel mundial y más protagonista en las discusiones diarias, estemos tan afuera del debate político actual. No hay nadie en los viejos o en los nuevos medios de comunicación que ponga en palabras la escalada de violencia que sucede contra los movimientos feministas. Y bien sabemos que lo que no se nombra se desintegra.
Cómo, cuándo y por qué son disparadores para tratar de entender un mundo desordenado y sordo, pero a estas preguntas les falta un concepto clave: el pasado. Tenemos que hacer el ejercicio consciente y constante de mirar para atrás, porque sino nos ahogamos en confusos charcos de barro que parecen ríos caudalosos.
El punto es que, históricamente, los períodos de abatida llegan después de avances feministas significativos. Qué atrevidas nosotras, que pensábamos que con dar una discusión social mainstream durante casi una década la cosa se resolvía. Pues no, mi ciela. Nos lo dice Simone, nos lo dice Victoria Campo y Alicia Moreau de Justo, cuánto más les toquemos los cojones al poder, más fuerte será la cachetada.
Por ejemplo, después de que las mujeres consiguiéramos votar, hubo una fuerte resistencia a la participación de las mujeres en el ámbito político y profesional. Con la segunda ola (1960-1980), enfocada en los derechos reproductivos y en la igualdad laboral, también tuvimos palo y palo de la mano del conservadurismo de los 80. Y la tercera (1990-2000), lo mismo, con un enfoque en la interseccionalidad y en la deconstrucción de las cuestiones de género más instaladas, los feminismos se enfrentaron a un resurgimiento tremendo de políticas conservadoras.
Lo que existe ahora, creo, viene de ahí, pero recargado. Los incels, personajes misóginos confesos, que más que leones son zombies resentidos y consumidores del porno más hostil que se te ocurra, encontraron en la web su lugar de batalla.
Este tipo de abatida se repite en distintos contextos, pero con un punto en común: tras cada victoria, aparecen movimientos que se resisten y que, por al menos una década, consiguen ubicarse al frente. A pesar de eso, y esto es lo importante, cada una de esas peleas sentó las bases del feminismo actual.
Así que, para quienes crean que este es el fin y estén cansadas, les digo: ningún varón cobarde con ideas encorsetadas conseguirá que el deseo de un mundo más amable se extinga. Ni estas nuevas derechas, ni los libertarios, ni Milei, ni Trump, ni tu vecino, ni los traders ni los criptobros. Nadie, jamás, nunca. Y esto que refuerzo con tanta seguridad no es un invento mío o una ilusión adolescente; como ya vimos, es la historia la que lo deja muy en claro.
Para cerrar, un hermoso cliché que siempre me pone la piel de gallina y que nos define: como las olas que llegan, arrasan y retroceden, pero sólo y únicamente para tomar impulso.
Que tengan un lindo domingo.
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Necesito este impulso cada día para no bajar los brazos. Gracias Paulita 💚💜✊🏻🫂
Que muchas mujeres te escuchen, Paulita.